Sept. 30, 1999: Diario Las Américas, Miami, p. 4-A

Plinio Corrêa de Oliveira,

las Américas y el tercer milenio

Gonzalo Guimaraens

A lo largo de la historia de la Iglesia, la Providencia ha suscitado grandes pensadores -eclesiásticos y laicos- capaces de explicar certeramente el pasado, analizar con lucidez el presente o, en fin, discernir con espíritu profético el futuro de los pueblos. Entre dichas figuras, resaltan aquellas que unen en sí, al mismo tiempo, esos tres predicados del pensamiento, sabiendo además transformar sus observaciones sobre el pasado, el presente y el futuro en eficaces reglas de acción en pro de la civilización cristiana. El Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, fundador e inspirador de las Sociedades de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP), cuyo 4o. aniversario de fallecimiento se cumple el 3 de octubre, reunió en sí, de manera señalada, dichos predicados.

En la perspectiva de la expectante llegada del tercer milenio, así como de la próxima y lamentable Cumbre Iberoamericana de La Habana, me permito recordar dos documentos sumamente actuales del insuperable Maestro estrechamente relacionados con ambos acontecimientos, publicados en el DIARIO LAS AMÉRICAS, del cual fue asiduo colaborador.

En julio de 1991, por ocasión de la 1a. Cumbre Iberoamericana efectuada en Guadalajara, Plinio Corrêa de Oliveira envió una carta abierta al entonces primer mandatario de México, anfitrión del evento, bajo el título "No a Fidel Castro en la Cumbre Iberoamericana". En dicha misiva, el eminente autor advertía que esa nefasta presencia introduciría inevitablemente, en nuestro panorama político-diplomático, una nueva y grave "causa de discordias". Destacaba la "disonancia estridente provocada por la presencia del sanguinario tirano del Caribe en Guadalajara", quien "se proclama orgullosamente el campeón de todas las formas de despotismo y de crueldad". E interpelaba: "El mundo luso-ibérico e hispano-ibérico contemporáneo se ufana de ser democrático. ¿Por qué entonces no se ha realizado en todas sus vastedades un plebiscito, preguntando a los pueblos que congrega si quieren -o no quieren- ver al siniestro Fidel Castro sentado entre los jefes de los Gobiernos que dirigen hoy la península ibérica y el mundo descubierto por Colón?" (DIARIO LAS AMÉRICAS, Jul. 18, 1991).

Los mandatarios iberoamericanos no pueden alegar que no fueron advertidos sobre las tristes consecuencias de aceptar al dictador Castro en las Cumbres Iberoamericanas; con lo cual la responsabilidad de éstos, por acción u omisión, en la prolongación del drama de Cuba, crece aún más. Pasados 8 años desde la primera Cumbre Iberoamericana, el dictador Castro continúa impunemente vanagloriándose de su despótico régimen comunista; la disonancia que suscita su presencia en el panorama iberoamericano se hace cada vez más "estridente"; y continúa siendo una notoria "causa de discordias". Sin embargo, los gobernantes del Hemisferio, de manera poco democrática, siguen sin consultar a sus electores para saber si éstos concuerdan o no con el apoyo directo o indirecto que están dando al dictador comunista.

Hoy, en vísperas de la Cumbre de La Habana, con certeza Plinio Corrêa de Oliveira no dejaría de censurar públicamente y con todo vigor a los mandatarios iberoamericanos que se dicen democráticos, por tan flagrantes contradicciones.

En diciembre de 1994, por ocasión de la realización en Miami de la 1a. Cumbre de las Américas, el eminente pensador publicaba el mensaje "Las Américas rumbo al 3er. milenio: convicciones, aprensiones y esperanzas de las TFPs del continente" (DIARIO LAS AMÉRICAS, Dic. 9, 1994). Una vez más, Plinio Corrêa de Oliveira interpelaba a los mandatarios, dejando constancia ante Dios y ante la Historia "por la enigmática indiferencia, lenidad y hasta complicidad de ciertas esferas políticas, intelectuales, eclesiásticas, publicitarias y económicas del Continente en relación al fracasado régimen comunista vigente en la antigua ‘Perla de las Antillas’ ".

Además del tema de Cuba, en dicha agenda de problemas continentales el Profesor Corrêa de Oliveira manifestaba la necesidad de enfrentar las nuevas formas de "revolución cultural" post-comunistas en curso en las Américas. En ese sentido, señalaba como ejemplo "la hábil metamorfosis que se ha operado, después de la caída del Muro de Berlín, en numerosas figuras de la extrema izquierda: sin renegar de su pasado y de sus metas igualitarias, y apenas cambiando de rótulos y métodos de acción, han alcanzado importantes posiciones políticas". Figuras de izquierda que están haciendo uso "del poder político para promover una verdadera ‘revolución cultural’ que anestesia las sanas reacciones de la opinión pública, mientras asestan golpes radicales contra los principios básico de la civilización cristiana".

En cuanto seglar católico, defensor militante de la Iglesia y de la civilización cristiana, Plinio Corrêa de Oliveira no podía dejar de constatar con preocupación "la continuidad de la crisis que -en el plano espiritual, pero con inevitables reflejos en el orden temporal- afecta a la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana". Pero si bien su análisis de la realidad no eludía los graves problemas existentes, él estaba iluminado por una viva esperanza en la victoria de los valores de la cristiandad.

Por ello, en dicho mensaje a los mandatarios continentales reafirmaba su "profunda convicción" de que, "cuando los hombres resuelven cooperar con la gracia de Dios, el curso de la Historia genera maravillas: es esta la lección que nos fue legada por la Europa pre-medieval y medieval, la cual, a partir de poblaciones latinas decadentes y de hordas de invasores bárbaros, llegó, bajo todos los puntos de vista, a un nivel religioso, cultural y económico sin precentes". En esa perspectiva, concluía el Maestro con espíritu profético: "Más allá de las tormentas morales, de las dificultades materiales y de las celadas de toda especie que van siendo preparadas en el Continente por los enemigos de la Iglesia y de la civilización cristiana, habrá en las Americas un resurgir de la Cristiandad, de acuerdo con lo previsto por Nuestra Señora en Fátima, en 1917, cuando anunció: ‘¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!’" En el tercer milenio que se aproxima, que tan altos anhelos se tornen cuanto antes una plena realidad para Cuba, las Américas y el mundo.

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