El Camagüeyano Libre, Miami, Sept., 1998. Diario Las Américas Digital, Espacio de Discusión Interactiva, Nov. 12, 1998

 

Mártires cubanos: no los olvidemos

Gonzalo Guimaraens

Una de las más importantes causas de beatificación de mártires víctimas del comunismo, que hasta hoy haya sido abierta por la Iglesia, acaba de concluir en España su primera fase de investigación y documentación. Es lo que informa la agencia católica de noticias Zenit, en despacho desde la diócesis de Almería.

Se trata de 117 mártires, 95 sacerdotes y 22 seglares, víctimas de la furia anticatólica de los comunistas durante la guerra civil española de 1936. Los resultados de la investigación, a nivel diocesano, fueron encaminados a la Congregación para la Causa de los Santos, en Roma, que deberá proceder a su estudio. El sacerdote José Antonio Bernabé, vicepostulador de la causa, manifestó la esperanza de que estos mártires sean incluídos en la recapitulación de los 2.000 años de vida de la Iglesia, que S.S. Juan Pablo II quiere hacer en el umbral del Tercer Milenio.

Si el proceso avanza exitosamente, estos mártires se sumarán a 45 religiosos españoles beatificados por el Papa el 1o. de octubre de 1995, que también fueran asesinados por odio a la fe católica durante la guerra civil del 36.

Recapitulando estos antecedentes, es imposible no evocar a aquellos seglares católicos cubanos que, en los primeros años de la Revolución comunista, murieron en el paredón de fusilamiento con una proclama de fe y de principios cristianos en sus labios: "ˇViva Cristo Rey! ˇAbajo el comunismo!"

La noche del 17 de abril de 1961 fue fusilado en La Cabaña el ingeniero agrónomo Rogelio González Corzo, miembro de la Agrupación Católica Universitaria, tras un proceso sumarísimo donde no se aportaron pruebas de ninguna clase. Sus últimas palabras fueron: "ˇViva Cristo Rey! ˇMuera el comunismo! ˇViva la Agr...". No pudo terminar de decir Agrupación Católica, pues una descarga de fusilería segó su vida. Al día siguiente, fueron ejecutados en el paredón Alberto Tapia, de 20 años, estudiante de arquitectura, y Virgilio Campanería, de 22 años, estudiante de la Universidad Católica de La Salle. El ejemplo de estos y otros mártires es consignado en el libro "Pasión de Cristo en Cuba", editado en Chile, en 1962, por un joven sacerdote recién exiliado.

Por su parte, Armando Valladares hace en su memorias un emocionante relato sobre estos mártires de la fe, asesinados en la tristemente célebre prisión de La Cabaña: "Todas las noches había fusilamientos. Los gritos de los patriotas de 'ˇViva Cristo Rey! ˇAbajo el comunismo!' estremecían los fosos centenarios de aquella fortaleza".

Valladares narra que el hecho de oír esas proclamas de jóvenes llenos de valor, segundos antes de morir, contribuyó para que tanto él cuanto muchos otros prisioneros recibiesen profundas gracias de conversión. Se cumplía así el axioma de la época de las primeras persecuciones contra la Iglesia: la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. "Aquellos gritos devinieron un símbolo", continúa el ex preso político. Por lo cual los estrategas de la persecución religiosa en Cuba, para evitar a cualquier precio esas proclamaciones de fe y virtud heroica de los seglares católicos --y los frutos de conversión de ellas derivados-- ordenaron colocar mordazas en las bocas de los condenados a muerte.

Junto con el silencio impuesto por las mordazas, vino una nueva fase en la política religiosa castrista, cuyo diabólico objetivo pasó a ser la obtención de apóstatas, y no de mártires. Al mismo tiempo, un pesado manto de olvido comenzó a bajar, dentro y fuera de Cuba, sobre aquellos héroes de la fe.

El martirio de esos laicos católicos cubanos no posee menos valor que el de los cristianos muertos en el Coliseo romano; de los mártires mexicanos de comienzos del siglo XX, víctimas de la saña revolucionaria, uno de los cuales, el admirable Padre Pro, fue beatificado por el actual Pontífice; o de los mártires de la guerra civil española a que nos hemos referido.

Que pronto fructifiquen los votos de quienes, en el destierro cubano, han sugerido una filial cruzada pidiendo que la Iglesia inicie el proceso de canonización de esos héroes de la fe. Pronto, sí, pues el tiempo pasa, y los indispensables testimonios y antecedentes corren el riesgo de ir disolviéndose en las brumas de la Historia. Desde el Cielo ellos no nos olvidan. No los olvidemos nosotros.

Sólo Dios sabe de qué manera los méritos de esa sangre de mártires cubanos han servido para que, por debajo de los escombros de la sociedad comunista, se oigan aún los latidos de un "alma cristiana" que el Santo Padre supo auscultar en su visita a la isla-cárcel.

Desde ya, son ellos un ejemplo perenne de fidelidad a la Iglesia y de amor a la Patria no sólo para los cubanos dentro y fuera de la isla, sino también para todos aquellos que, en las Américas y Africa, sufrieron en carne propia la agresión comunista.

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