Human Rights Watch ante un

"pretexto" castrista

Llama la atención que el reciente informe de HRW propugne el levantamiento incondicional del embargo argumentando que éste sirve de "pretexto" a la tiranía para continuar asfixiando al pueblo cubano. Porque si es un "pretexto", lo lógico sería emprender la denuncia categórica del mismo, intimando públicamente al régimen comunista a no valerse de él para justificar sus crímenes

Gonzalo Guimaraens

La entidad Human Rights Watch (HRW) ha lanzado el documentado informe "La maquinaria represiva de Cuba: los derechos humanos cuarenta años después de la Revolución". Se trata de un libro-denuncia, con 291 páginas, 12 capítulos y 3 apéndices, que constituye uno de los esfuerzos más sistemáticos, en los últimos años, para denunciar la esencia represiva de la dictadura comunista. La lupa de HRW se detiene especialmente en la legislación comunista (Constitución, Código Penal, Ley de la Inversión Extranjera, Ley de Protección de la Independencia Nacional), en las "tácticas" y "formas" en que diariamente se manifiesta la persecución contra la población indefensa, en los malos tratos y torturas contra los presos políticos en las cárceles cubanas, etc.

Pero si el informe de HRW merece esas loas por la denuncia de la realidad opresiva de la isla-cárcel, suscita más de un reparo cuando plantea ciertas "recomendaciones" sobre las "políticas" de la comunidad internacional hacia Cuba.

HRW propugna un levantamiento incondicional del embargo comercial norteamericano, argumentando que éste se habría vuelto "contraproducente" por ofrecer un "pretexto" al régimen cubano para ejercer la represión. Ahora bien, un "pretexto" es una razón aparente alegada por alguien para ocultar el verdero motivo que lo anima. En el caso del dictador Castro, ese real motivo es claro: la continuidad, a cualquier precio, del nefasto régimen comunista. Por ello, llama poderosamente la atención que HRW defienda el levantamiento del embargo basándose en lo que reconoce ser un "pretexto" de la tiranía. Porque siendo así, lo lógico sería emprender la denuncia categórica de dicho pretexto, intimando públicamente al régimen comunista a no valerse de él para justificar sus crímenes.

También llama la atención que el informe de HRW aluda al "duro impacto del embargo en la población cubana", al tiempo que omite cualquier referencia a la causa de la miseria en Cuba, que es un sistema colectivista cuyas leyes niegan la propiedad privada y la libre iniciativa.

La verdad obvia, pero tantas veces soslayada, es que los males actuales de Cuba se deben fundamentalmente al "embargo interno" de 40 años llevado a cabo por el comunismo contra los desdichados habitantes de la isla. El embargo externo no es sino un efecto o, si se quiere, un remedio en relación al cual se podrá discrepar sobre sus propiedades terapéuticas. Pero en foros internacionales esas críticas suelen ejercerse relegando a un segundo plano -o, peor aún, silenciando por completo- aquello que, reiteramos, es la causa del problema, la propia enfermedad: el sistema comunista. No ponemos en tela de juicio que la motivación que anima a gobiernos, a organismos internacionales y aún a respetables personalidades mundiales que así proceden sea el deseo de libertad para Cuba. Sin embargo, con esos dos pesos y dos medidas, caen lamentablemente en la dialéctica de los "pretextos" castristas, favoreciendo, aún sin desearlo, la continuidad de la tiranía.

Siguiendo en el plano de las "recomendaciones", el informe de HRW adolece de sorprendente ingenuidad cuando sugiere a los gobernantes iberoamericanos que aprovechen la próxima Cumbre Iberoamericana de La Habana, en noviembre próximo, para "pedir cuentas" a Fidel Castro por el incumplimiento de la Declaración de Viña del Mar, suscrita por el dictador en 1996, durante la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile. En tesis, se podría abrir la perspectiva de un escenario grandioso y aleccionador, a partir del cual cambiaría 180 grados la historia contemporánea de Cuba: valientes mandatarios que no sólo a puertas cerradas, sino públicamente -ante medios de comunicación del mundo entero- desde La Habana intiman con severidad al dictador por los reiterados incumplimientos de los acuerdos firmados; efectúan un recuento de los crímenes de la dictadura no sólo en Cuba sino en América Latina entera, a través del apoyo a las guerrillas; rinden homenaje a los millares de víctimas del comunismo y hacen un alegato enérgico, sin eufemismos, en favor de la inmediata libertad de Cuba... ¿Pero qué indicios tiene HRW de que los gobernantes iberoamericanos, que no pidieron "cuenta" alguna en las sucesivas Cumbres efectuadas en Venezuela (1997) y en Portugal (1998), así como en otros encuentros internacionales ocurridos durante ese período, vayan a hacerlo ahora?

No menos ingenuidad muestra HRW cuando recomienda a los "inversores extranjeros en Cuba" que utilicen su "influencia" en favor de los derechos de los trabajadores cubanos y de la población en general. Tal como ha mostrado la organización humanitaria Pax Christi, en informes que HRW difícilmente ignora, las inversiones extranjeras en Cuba han servido para consolidar a la dictadura comunista. A la vista de ello, ¿no sería más razonable hacer un enérgico llamado a los inversores extranjeros para que lisa y llanamente no apliquen sus capitales en Cuba hasta que se respeten de manera efectiva los derechos del pueblo cubano?

Por fin, el informe de HRW, en su enumeración de los actores internacionales relacionados con la dramática situación de Cuba, parece no tener en cuenta el papel protagónico de personalidades e instituciones eclesiásticas de ámbito continental que, por acciones u omisiones, han venido favoreciendo la continuidad del régimen comunista, a pesar de que éste viola sistemáticamente los derechos de Dios y de los hombres. A ese respecto, en enero de 1999 -en carta abierta al presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), publicada en el DIARIO LAS AMÉRICAS- el ex preso político cubano y ex embajador norteamericano ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, Armando Valladares, expresaba: "Mientras el régimen comunista comenzaba a aplicar a los fieles la siniestra estrategia de ‘crear apóstatas y no mártires’, confesada por el propio dictador Castro en arenga en la Universidad de La Habana; mientras ciertos eclesiásticos de la isla visitaban al ‘presidio político’ no para susurrar palabras de esperanza y coraje, sino de entrega y capitulación; mientras, en fin, el rebaño era diezmado, en el continente americano -y no sólo en Cuba- Pastores de los que se tenía el derecho de esperar que hablasen y denunciasen ese genocidio espiritual y físico, o hacían silencio o tejían increíbles loas al supuesto ‘paraíso’ cubano. Difícilmente hubiera sido posible la prolongación, durante tantas décadas, de la dictadura comunista en Cuba si no fuese ora por ese silencio, ora por esa contemporización y hasta complacencia, de tantas figuras eclesiásticas de las Américas; actitudes que, en líneas generales, han continuado desde el comienzo de la revolución cubana hasta hoy".

Creemos sinceramente que las presentes consideraciones, expuestas de manera leal y respetuosa, no empañan el esfuerzo de Human Rights Watch, en su recién lanzado informe, de denunciar los gravísimos abusos de la dictadura comunista en Cuba. Lo que sí pretendemos con ellas es efectuar un llamado a dicha organización y a los dirigentes de la comunidad internacional, a no dejarse envolver por la dialéctica de los "pretextos" castristas. Denunciando esa dialéctica, y no cayendo en su juego -dígase de pasada, tan respaldado por ciertos importantes medios de prensa del mundo libre- podrán finalmente fructificar los mejores y más sanos esfuerzos en pro de la libertad de Cuba.

Para volver a la página principal, haga clic en el botón de retroceso de su navegador o en http://www.cubdest.org/