Junio 16, 1999: Diario Las Américas, pág. 5-A

 

Vietnam, Cuba, los católicos

y el "embargo interno"

El espíritu y la letra de la nueva legislación antirreligiosa vietnamita es el mismo que el imperante en las principales leyes de Cuba comunista, específicamente en la Constitución y en el Código Penal; pero también, aún de manera implícita, en la reciente "Ley de Protección de la Independencia Nacional", conocida como "Ley Mordaza"

Gonzalo Guimaraens

La República Socialista de Vietnam aprobó recientemente una nueva "Ley Mordaza" contra la práctica religiosa, más radical inclusive que la promulgada en 1955 por el tristemente conocido líder comunista Ho Chi Minh, según evaluación hecha por especialistas de la agencia vaticana Fides. Sin embargo, las llamadas organizaciones de "derechos humanos", salvadas honrosas excepciones, nada parecen haber visto u oído sobre esas medidas represivas que afectan a casi 70 millones de vietnamitas, entre los cuales, a tres millones de católicos encabezados por el Cardenal Phan Dinh Tung.

En su preámbulo, la ley declara cínicamente que el gobierno comunista "asegura a todos los ciudadanos la libertad de creer o no creer" y de llevar a cabo sin obstáculos las "actividades religiosas"; pero, acto seguido, se encarga de advertir que éstas en ningún caso deben ser contrarias a la "legislación" comunista. En otras palabras, esa supuesta "libertad religiosa" sólo podrá ser ejercida para colaborar con el régimen anticristiano, lo que constituye una monumental farsa.

Más aún. Cualquier manifestación de tan sui generis "libertad" debe contar con la previa aprobación de las autoridades competentes. Para ello, la nueva ley detalla una larga "lista de permisos" a ser solicitados, que van desde la apertura de seminarios y escuelas de formación, pasando por la ordenación de sacerdotes, la asignación de sus lugares de trabajo y el más mínimo traslado de éstos, hasta la difusión de simples textos de oraciones u objetos religiosos. Los "eclesiásticos y religiosos" deben "someterse rigurosamente a la política y legislación del Estado", advierte la ley en tono amenazador.

Un punto importante que concierne a las relaciones entre Vietnam y el Vaticano dice respecto al nombramiento de cardenales, obispos y administradores apostólicos en aquel desdichado país: éstos deben ser previamente aprobados por el primer ministro y las instrucciones que cualquier eclesiástico "recibe del extranjero" deben ser sometidas al Departamento de Asuntos Religiosos del Partido Comunista.

Estamos en presencia, en este convulsionado final de siglo y de milenio, de un sistema jurídico de aberrante esclavitud y de implacable "embargo interno" contra la población de esa sufrida nación del sudeste asiático. Estas nuevas medidas del Partido Comunista "institucionalizan la persecución religiosa", denunció ante la ONU el pequeño pero activo Comité Vietnamita por los Derechos Humanos. Sin embargo, tal como ya expresamos, la promulgación de dicha ley pasó prácticamente desapercibida y es reducidísimo el número de voces que se ha levantado para condenarla.

Los fieles católicos cubanos sufren en carne propia una realidad jurídica que no es muy diferente. El espíritu y la letra de la nueva legislación antirreligiosa vietnamita es el mismo que el imperante en las principales leyes de Cuba comunista, específicamente en la Constitución y en el Código Penal; pero también, aún de manera implícita, en la reciente "Ley de Protección de la Independencia Nacional", conocida como la "Ley Mordaza".

Veamos. En el ignominioso art. 62 de la Constitución se advierte que ninguna de las "libertades" constitucionales puede ser ejercida contra el Estado socialista y contra la decisión de "construir el socialismo y el comunismo", añadiendo que "la infracción de este principio es punible". Por su parte, el art. 206 del Código Penal establece que, quien "abusando de la libertad de cultos", "oponga la creencia religiosa" a los "objetivos" revolucionarios establecidos en la Constitución es pasible de ser sancionado con privación de libertad o pesada multa. Y la "Ley Mordaza", en su art. 6, prevé penas de prisión de tres a ocho años a quien "acumule, reproduzca o difunda" material considerado "subversivo" no sólo proveniente del gobierno norteamericano sino de "cualquier entidad extranjera". Este instrumento legal no habla explícitamente de "entidades" religiosas. Pero, en rigor, basta que un católico cubano sea flagrado con un simple catecismo o folleto enviado desde el exterior, que enseñe que el 7o. y el 10o. Mandamientos (no robarás, no codiciarás los bienes ajenos) fundamentan la legitimidad y necesidad de la propiedad privada y la libre iniciativa en una sociedad civilizada, para que aquel pueda ser perseguido y encarcelado.

¿No constituye este panorama, por ventura, un implacable "embargo interno" contra el pueblo cubano? Sin embargo, notadamente desde ciertas filas eclesiásticas, en Cuba y en el exterior, se viene produciendo un enigmático silencio a este respecto, siendo que esa arbitraria concepción de "libertad", exclusivamente para colaborar con el comunismo, debería levantar un verdadero clamor de indignación.

Salvadas honrosas excepciones, ese clamor está lejos de darse. El martes 16 de febrero pp., pocos minutos después que la Asamblea del Poder Popular aprobara la mencionada "Ley Mordaza", los participantes de la Reunión Interamericana de Obispos -entre los cuales, directivos del Celam y de las Conferencias Episcopales de los Estados Unidos y Canadá- se reunían con el dictador Castro. Y al día siguiente emitían una declaración condenando el "embargo externo" norteamericano, al tiempo que hacían completo silencio sobre el "embargo interno" que, con la nueva legislación, acababa de tornarse más asfixiante aún contra todos aquellos que heroicamente se niegan a colaborar con el socialismo. Hace pocos días atrás, en Quito, el Celam reiteró esas tan parciales declaraciones.

Dicha actitud eclesiástica va configurando una incógnita y un misterio enormes, respecto de los cuales asiste a los fieles el derecho de señalarlos de manera invariablemente respetuosa, argumentada y documentada, hasta que cese esa doble situación de injusticia: por un lado, la implacable persecución del lobo y, por otro, el silencio de Pastores que deberían ser los más activos defensores del rebaño.

Que en Cuba la Santísima Virgen, bajo la invocación de la Caridad del Cobre, fortalezca espiritualmente, cada día más, a los cubanos que resisten al comunismo. Y que en el lejano Vietnam Ella haga otro tanto con nuestros hermanos vietnamitas, bajo la invocación de La Vang: un santuario donde hace 200 años la Madre de Dios apareció y hoy es frecuentado por centenas de millares de fieles a pesar de las restricciones del régimen comunista.

El autor de este artículo es analista político, experto en asuntos cubanos.

E-mail: GGuimaraens@altavista.net