Destaque Internacional. Sábado 29 de abril de 2017.

Francia: candidatos desastrosos versus oposición inteligente

Francia, un país que continúa siendo absolutamente clave en Europa y en el mundo, llega al segundo turno de las elecciones presidenciales teniendo para escoger entre el Sr. Macron, un ex ministro del actual gobierno socialista, que adopta aires híbridos y pasteurizados para atraer al centro; y la Sra. Le Pen, una populista que se maquilla de derechista, con un maquillaje de no muy buena calidad. Para los electores que legítimamente desconfían de izquierdismos reciclados y de populismos demagógicos, es un poco como quedar, del punto de vista político, entre la horca y la guillotina. Una situación sin lugar a dudas difícil.

Entonces, ¿cuál parece ser el mejor camino para zafarse de esa encrucijada? En realidad, una salida segura es incentivar y realizar una oposición inteligente, como los franceses saben hacerlo cuando hablan, diseñan o escriben: de una manera psicológicamente afilada, puntiaguda, cortante, sintética, irrefutable.

El objetivo de los auténticos opositores sería entonces desnudar psicológica e ideológicamente a ambos candidatos, en momentos en que éstos abren de una manera casi inescrupulosa sus brazos a los votantes de los candidatos derrotados del primer turno electoral. Es por ejemplo el caso de la Sra. Le Pen, que trata de hacer un frente común con sus adversarios de ayer, los seguidores izquierdistas del derrotado candidato Sr. Melenchon.

Un detalle importante. Si fuéramos franceses, y nos sintiéramos auténticos opositores, no esperaríamos que aparezcan líderes, probablemente de dudosa condición, para llevar adelante esa oposición inteligente. La haríamos desde ahora, sin perder un segundo, en conversaciones de familia, charlando con los vecinos y con amigos, en e-mails, twitters, facebooks, pinterests y las demás redes sociales, teniendo en cuenta que los pequeños medios de acción, cuando son inteligentes, y se ejercen certeramente, pueden tener un notable efecto multiplicador.

En pocos días sabremos si se aplica también a Francia el dicho de que los pueblos tienen los gobernantes que merecen.

 

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