Destaque Internacional, domingo 27 de noviembre de 2016.

Dictador Castro, apoyo eclesiástico y mito marchito

1.

Sin los enigmáticos apoyos eclesiásticos del más alto nivel - incluyendo a los tres últimos pontífices - el sanguinario dictador Castro y la revolución comunista cubana no hubieran ido más allá de la Sierra Maestra y de la provincia de Santiago de Cuba.

2.

Sí, enigmáticos y gigantescos apoyos eclesiásticos. Desde el arzobispo de Santiago de Cuba y Primado de la Iglesia cubana, monseñor Pérez Serantes, que le salvó la vida en 1953, después del frustrado ataque guerrillero al Cuartel Moncada; pasando por el nuncio en Cuba durante los primeros años de la revolución, monseñor Cesare Sacchi, de tan triste memoria; por el viaje del entonces secretario para los asuntos públicos de la Iglesia, monseñor Casaroli, quien llegó a decir que los católicos cubanos “son felices dentro del sistema socialista”; por el libro-entrevista “Fidel y la Religión”; por el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), cuyo documento final, con aval vaticano, avanzó del diálogo y la colaboración con el comunismo hacia una coincidencia en sus propias metas socio-económicas; y llegando a los pontífices Juan Pablo II , Benedicto XVI y Francisco, quienes peregrinaron al santuario comunista, apretaron efusivamente las manos ensangrentadas del dictador y, directa o indirectamente, le dieron su apoyo, impidiendo el derrumbe del régimen comunista, que ya se prolonga por seis largas décadas.

3.

La Historia política no absolverá al dictador. Y, con todo el debido respeto, no se vislumbra cómo la Historia religiosa podrá absolver a tan altos eclesiásticos responsables por la prolongación del nefasto régimen.

4.

Lo anterior, incluyendo los viajes de los tres últimos pontífices, con sus dichos, sus gestos y sus hechos, se analizó en decenas de artículos y en varios documentados libros por cubanos desterrados, especialmente en respetuosos pero firmes análisis del ex preso político Armando Valladares, una de las mayores figuras del destierro; artículos y libros que constan en el sitio web www.cubdest.org

5.

Fidel Castro murió en la cama, sin pena ni gloria; hacía años que ya no usaba más su uniforme militar, sustituido por una común campera Adidas; y del punto de vista del marketing revolucionario tardó mucho, demasiado, en morir; todo lo cual contribuyó a que su mito se fuera marchitando día tras día. Eso se percibe en muchos reportajes ditirámbicos sobre el dictador, que aguardaron durante años en gavetas de redacciones periodísticas, y que ahora salieron a luz, llenando páginas y páginas, electrónicas o de papel, que quedaron con el característico olor rancio y de humedad de gavetas mal ventiladas. Cuando Castro se murió, los procastristas del mundo entero hicieron todo lo que pudieron para reciclar el mito del comandante, pero la realidad está mostrando que ese mito se fue marchitando.

6.

No obstante, los destrozos materiales y espirituales que Castro y la revolución cubana causaron en Cuba, en las tres Américas y en el mundo entero, son gigantescos. La descripción y enumeración de esos destrozos merecería recopilarse en un Libro Negro de la revolución castrista que, al mismo tiempo, descifre el misterioso enigma de la colaboración comuno-católica en Cuba. Quienes consigan explicar ese misterio de auto demolición católica harían un bien inmenso a la Iglesia y a la humanidad y, sin duda, merecerían un reconocimiento muy superior al de un Premio Nobel.

 

 

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