El Nuevo Herald, Agosto 14, 2015

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Los turistas no cambiarán a Cuba

James Cason

Ayer el secretario de Estado John Kerry inauguró la nueva embajada americana en La Habana. Lamentablemente, el Sr. Kerry defiende los mismos errores sobre Cuba que presentó en la Universidad Internacional de la Florida la secretaria Hillary Clinton.

El discurso de la Sra. Clinton sobre la política cubana pudiera haber sido lo que en inglés llaman “un momento educativo”, si hubiera tenido en cuenta el público universitario que la escuchó y el peligro de ignorar los hechos al tratar de justificar el abrupto cambio de la política norteamericana hacia Cuba. En su lugar la ex ministro presentó una polémica más en favor de levantar lo que queda del embargo.

Los cubanos, Clinton dijo, “quieren comprar nuestros productos y comprar nuestros libros”. En verdad que sí, y por más de diez años La Habana ha comprado anualmente cientos de millones de dólares de alimentos americanos pagando por ellos antes del embarque. Como un ex jefe de Misión de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, puedo asegurar que durante muchos años distribuimos cientos de miles de copias de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y decenas de miles de libros, un esfuerzo para romper la censura impuesta por el régimen comunista en la isla.

Nuestros esfuerzos para promover la democracia en Cuba eran similares a los que los Estados Unidos realizaron en Europa Oriental: transmisiones de radio de onda corta y distribución de miles de radios.

En aquella ocasión, la Casa Blanca se mantuvo firme apoyando a los diplomáticos americanos en Cuba; aunque el régimen expulsó a uno de ellos por obsequiar copias del libro Rebelión en la granja, de George Orwell. El libro de Orwell, publicado años antes de la revolución cubana, es una descripción clásica del totalitarismo. Los cubanos entendían perfectamente el libro de Orwell; y fue, ironía de ironías, el presidente Bill Clinton quien inició los programas de ayuda a organizaciones no gubernamentales norteamericanas para que distribuyesen libros y radios en la isla. El presidente George W. Bush continuó el programa.

Lo que en verdad sería algo “nuevo” en el siglo XXI sería que Raúl Castro pusiera fin a la prohibición de libros, a la censura, a la persecución y al encarcelamiento de escritores, lectores, radioyentes y periodistas. Poco cambiará hasta que el régimen “normalice” su relación con el pueblo cubano respetando los derechos humanos y permitiendo unas elecciones libres para que los cubanos puedan elegir a su gobierno.

Un aumento de los turistas extranjeros que viajen a la isla no cambiará a Cuba. Millones de turistas hispanoparlantes han visitado el país y no ha resultado en cambio alguno; tampoco los turistas americanos hablando inglés lo conseguirán. En todos mis años en el servicio diplomático norteamericano, nunca conocí de ningún caso en que los turistas ofreciesen un apoyo importante a los pueblos que luchaban por la libertad. Si los turistas hubieran tenido ese tipo de influencia, no hubieran existido tantos dictadores latinoamericanos en el siglo XX. La “nueva” política cubana de la Administración no es ni más ni menos que un regreso a una época de hace muchos años –antes de la aprobación de la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos– cuando los Estados Unidos apoyaban como cosa natural a los dictadores de la región.

La normalización de relaciones no quiere decir que haya que aceptar las exigencias de los dictadores; el asunto que nos concierne no es si debe haber relaciones diplomáticas o no. La cuestión es: ¿qué tipo de relaciones diplomáticas y con qué fin? Lamentablemente, la Administración ha hecho numerosas concesiones a La Habana sin conseguir nada substancial a cambio.

En su discurso la Sra. Clinton dijo que el presidente Bill Clinton había terminado sus esfuerzos para normalizar las relaciones con Cuba cuando aviones de guerra de Raúl Castro destruyeron dos pequeñas avionetas Cessna que volaban en espacio aéreo internacional. Cuatro hombres que buscaban refugiados en el Estrecho de la Florida fueron asesinados. El general Raúl Castro era el ministro de las Fuerzas Armadas.

La Sra. Clinton sugirió en su discurso en la Universidad Internacional de la Florida que las compañías que hacen negocios en Cuba presionaran en favor de reformas políticas. Pero las compañías que ahora tienen negocios en Cuba no han presionado para conseguir esas reformas, ni presionan para conseguirlas en el futuro. Las compañías norteamericanas que tienen negocios en China, Birmania y otros gobiernos totalitarios típicamente se convierten en apologistas de esos regímenes, preocupadas de que, por ayudar a las víctimas de la represión, sus negocios sean impactados negativamente.

Lo que en realidad se necesita es que las democracias alrededor del mundo condicionen sus relaciones económicas y diplomáticas a que el gobierno cubano adopte reformas específicas dentro del país. Eso sí sería una verdadera y nueva política hacia Cuba.

Alcalde de Coral Gables y ex Embajador de Estados Unidos en Paraguay. Desde el 2002 al 2005 fue Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.