Destaque Internacional - Informes de Coyuntura -

Año V - No. 111 - Buenos Aires, Sept. 25, 2003.-

Episcopado colombiano y "diálogo" con narco-guerrillas: ¿solución o retroceso?

Llama la atención la insistencia de altos eclesiásticos colombianos en el "diálogo" con las crueles narco-guerrillas de inspiración castrista como la única opción para resolver el conflicto en Colombia.

El cardenal Pedro Rubiano, al mismo tiempo presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) y del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), acaba de instar a los grupos guerrilleros a entablar un "diálogo civilizado" y de alentar al gobierno del presidente Uribe a "tender una mano a la insurgencia". Poco antes, el documento final de la cumbre anual de la CEC había insistido también en el diálogo como "única alternativa" para el conflicto armado en Colombia.

Cabe observar que esta insistencia episcopal se dé en un momento en que las narco-guerrillas comunistas están a la defensiva, sufriendo serios reveses militares y enfrentando una creciente repulsa de la opinión pública. El propio monseñor Luis Augusto Castro, obispo de Tunja y miembro de la Comisión de Conciliación, reconoció el "aislamiento" en que se encuentran los guerrilleros y la "urgente" necesidad de "recuperar el terreno nacional e internacional" perdidos, para sobrevivir.

Si los guerrilleros comunistas están en tan desfavorable posición -debido a la firmeza demostrada hasta el momento por el gobierno colombiano, que no ha hecho sino cumplir con su obligación e interpretar los anhelos mayoritarios de la población- es de preguntarse si el empeño del episcopado en el "diálogo" a ultranza no contribuirá a dar oxígeno político-militar a las guerrillas, que podrían aprovechar la disminución del conflicto bélico para reagruparse y rearmarse. Si esto ocurriera, independientemente de las intenciones de los altos promotores del diálogo, Colombia y el mundo podrían presenciar el triste papel de los Pastores saliendo en auxilio de los lobos rojos, contrariando las aspiraciones y los intereses sagrados del propio rebaño. Al contrario de constituir una solución, el "diálogo" promovido por el Episcopado, podría contribuir así a un retroceso psicológico y político de esa importante nación sudamericana, eternizando el clima de guerra civil que la corroe.

En el centro de toda esta cuestión parece encontrarse la palabra "diálogo" y el uso "talismánico" que tantas veces se le ha dado, a lo largo del siglo XX y en lo que va del siglo XXI, para desmovilizar a quienes defienden los principios de la civilización cristiana, con evidente beneficio para las izquierdas.

El diálogo es una conversación, generalmente entre amigos; y no podemos olvidar que es diferente de una discusión, polémica o controversia, propia de quienes tienen posiciones contrarias o antagónicas.

En el caso de Colombia, un "diálogo" franco presupondría, entre otros requisitos fundamentales, sinceridad y buena fe de las partes. No dudamos que la posean los miembros del Episcopado colombiano, que proponen con tanto empeño ese diálogo.

Pero, ¿cómo pensar que tengan sinceridad y buena fe los guerrilleros colombianos, que cuentan en su triste haber con el cruel asesinato del obispo de Arauca, monseñor Emilio Jesús Jaramillo y, según fuertes indicios indican, también del arzobispo de Cali, monseñor Isaías Duarte Cancino, así como de varios sacerdotes y de numerosísimos fieles?

Planteamos estas respetuosas dudas e interrogantes con sincero espíritu de colaboración, en favor de la prosperidad cristiana de la querida nación colombiana, nuestra hermana sudamericana.

Postdata: Junto con el asesinato de altos prelados y de tantas personas inocentes, pocos hechos demuestran la crueldad de las narco-guerrillas como uno ocurrido en la pasada Semana Santa. El niño Irwin Orlando Ropero, de diez años, fue engañado por miembros de las FARC que le entregaron una bicicleta bomba y lo enviaron en ella hasta un retén militar en la entrada del municipio de Fortul (provincia de Arauca), donde la detonaron a control remoto junto con el propio niño.

"Utilizar un niño para que él mismo y muchas otras personas murieran y quedaran heridas, es un crimen abominable, es un crimen que clama al cielo. Quienes perpetraron, quienes organizaron esa bicicleta-bomba y obligaron e intimidaron al niño a que la llevara, tienen ese signo de Caín, son malditos", exclamó el cardenal Rubiano.

Las FARC, no contentas con ese crimen, se camuflaron en la procesión de Viernes Santo en el municipio de Dolores (provincia de Tolima) y mataron a tres personas -incluyendo un joven de 14 años- en un intento por asesinar a la alcaldesa, Mercedes Ibarra.